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INTRODUCCIÓN

Los tiempos han cambiado y el desarrollo tecnológico ha brindado nuevas herramientas a trabajares y trabajadoras para realizar un cambio cualitativo en el ámbito laboral. La utilización de TIC´s (Tenologías de la Información y las Comunicaciones) ha sido favorable en el desarrollo de casi todas las actividades y se han vuelto imprescindibles en nuestra vida cotidiana, pero no debemos olvidar que son un medio y no un “ámbito” de trabajo en sí mismo.

Como todos sabemos, debido a la Pandemia que estamos viviendo actualmente, las relaciones laborales debieron modificarse. Esto derivó en que cierta modalidad de trabajo ya existente fuera utilizada. Estamos hablando del teletrabajo.  Cuando hablamos de teletrabajo, nos referimos al trabajo a distancia y generalmente al trabajo desde los hogares.

Si bien entendemos que no es una modalidad optima, no podemos negar que el teletrabajo ha llegado para quedarse una vez terminada la pandemia. Es por eso que, se vuelve necesario analizar su impacto sobre todos los trabajadores, pero especialmente en las trabajadoras.

Uno de los principales riesgos que supone el teletrabajo es que el mismo puede generar precarización y flexibilización laboral, vulnerando derechos laborales adquiridos; así como también fomentar la inequidad, la robotización de las tareas y la consecuente pérdida de puestos de trabajo.

En términos sociales, el teletrabajo aísla pudiendo provocar una disminución en la solidaridad, compañerismo e incluso la productividad.

Cabe destacar que todo lo anterior puede derivar en una menor participación y compromiso de los trabajadores/as organizados/as debilitando así a la estructura sindical y su rol de representante y defensor de los derechos de los trabajadores, dejándolos en una situación de vulnerabilidad laboral.

EL TELETRABAJO Y LAS DESIGUALDADES DE GÉNERO:

Una vez finalizada la pandemia, el teletrabajo puede seguir constituyendo una “trampa mortal” para las trabajadoras. Sin mecanismos que garanticen los derechos laborales de las mujeres y sin políticas de corresponsabilidad efectivas, la carga de las tareas de cuidado continúa recayendo en sus espaldas.

Lo que hace falta es un cambio cultural ya que, sea con trabajo a distancia o presencial, hay que repartir de forma equilibrada la carga de cuidados entre hombres y mujeres, debido a que estas diferencias ponen en posición de desventaja a las trabajadoras y más aún cuando teletrabajan.

El límite entre los cuidados, lo doméstico y lo laboral se desdibuja por completo, pudiendo incluso afectar al desarrollo profesional y a la imposibilidad de acceder a cargos de jerarquía

Uno de los grandes riegos que acarrea esta modalidad, es la de convertirse una opción “para madres” y que acabe así devaluándose laboralmente.

CONCLUSIÓN

Por todo esto, entendemos la necesidad de dar un marco normativo, donde primen y se privilegien las negociaciones colectivas con los representantes de los trabajadores/as según sectores y necesidades.

Como hemos anticipado, el teletrabajo ha llegado para quedarse, pero no implica que deba ser considerado como una modalidad más.

En ese marco, es fundamental velar por los derechos de los trabajadores y garantizar que ninguno se vulnere por los grandes riesgos que conlleva el teletrabajo.

El Congreso ha dado un primer paso y ha sancionado una Ley general, avanzando en ese sentido. Con respecto a las trabajadoras, si bien considera las tareas de cuidado, creemos que carece de una perspectiva de género integral que elimine las desventajas que representa esta modalidad frente a los hombres. Aún es pronto para conocer el verdadero impacto de esta Ley por lo tanto, como mujeres trabajadoras deberemos estar atentas para que la misma avance en beneficios y más derechos antes que en su detrimento.