¿Quién le ha robado el río a Buenos Aires?
La Boca y Barracas (al igual que Isla Maciel y Avellaneda Centro en Provincia) nacieron a la sombra de una pujante industria relacionada al rio, que incluía grandes frigoríficos, astilleros, almacenes navales, bares y cantinas, hoteles y un sinnúmero de actividades relacionadas.
Hoy, esa “comunidad naval”, se ha convertido en una “comunidad naval olvidada”. Esta parte de la Ciudad de Buenos Aires que ha vivido relacionada al agua desde sus orígenes ha sido víctima de políticas económicas que le han ido quitando su relación con el río. En un comienzo, se trató de una reducción de la capacidad industrial del país, siguiendo la década del ’90 y posicionándonos como un país de servicios, hasta llegar a esta realidad en la que muchos chicos menores de 24 años no ven a ese lecho de agua como un río y se sorprenden ante la posibilidad de navegarlo.
¿Quién le ha robado el río a Buenos Aires? Esto es lo que nos preguntamos la mayoría de los vecinos que compartimos la rivera de nuestro amado Riachuelo, que tanto nos ha dado y que nosotros mismos le hemos quitado. Nos ha dado, en algún momento, un puerto vivo, lleno de movilidad humana, ha recibido a tantos inmigrantes que hoy habitan estas tierras, ha dado la importancia de la esencia cultural, promocionando la zona turísticamente, a través de nuestros reconocidos artistas como Quinquela Martín, La Cámera, Lázari, y tantos otros que lo han pintado.
Ha generado miles de puestos de trabajo, con empresas que como en todos los ríos del mundo se instalaron en sus orillas. Se ha inundado de botes de remo en las grandes épocas del Club Regatas de Avellaneda, haciendo de este espejo de agua, una verdadera fiesta deportiva. Hemos escuchado las sirenas de los barcos, que con sus particulares sonidos anunciaban la llegada del año nuevo e invitaba a todos los vecinos a brindar en ese momento mágico.
¿Qué hicimos nosotros?
Años han pasado sin controlar a las empresas que contaminaron, abandonando esta vía navegable a la desidia y al desmanejo en todos sus sentidos. Y después… fábricas cerradas, zonas fantasmagóricas, sin actividad alguna. El tiempo, con el abandono y los distintos intereses, han destruido una verdadera fuente de vida y trabajo.
En relación a la prohibición de la navegación del riachuelo, lamentablemente el 28 de marzo ya se cumplirán 4 años, de una suspensión “preventiva”, teóricamente para hacer los trabajos de saneamiento. Tener un río navegable, significa que en sus causes corren signos de vida, que no solamente propicia el trabajo, sino que naturalmente va canalizando a medida que sus barcos navegan.
El riachuelo une muchos barrios de este a oeste y de norte a sur; si se pudiera navegar, podríamos tener una alternativa de transporte que no solo atenuaría la gran masa de automóviles que transitan la capital, sino que beneficiaría a ambas márgenes en el tema de conectividad.
Podríamos recuperar para las nuevas generaciones las ocupaciones que venían pasando de generación en generación: tripulando, estibando, comerciando artículos navales, construyendo embarcaciones, reparándolas; un sinfín de actividades que lograron sostener hogares, educar, vestir y alimentar a generaciones de argentinos. Para continuar trabajando el tema es indispensable hacerlo con los vecinos, escuchando sus propuestas.
Por Fernando Barrera y Diego Nasser